La interpretación no es más que una recreación de la propia vida. Se trata de un acto casi mágico en el que el intérprete disfruta de vivir otras vidas que, en muchas ocasiones, no tienen nada que ver con la suya. En ese acto mágico, el público es espectador de situaciones, de emociones y de hechos que, vive como reales y experimenta como verdad.
Para conseguir que esto suceda hay un trabajo previo de unas dimensiones inimaginables para quien no se ha sumergido nunca en el arte de la interpretación.
Como "cliente", el espectador parece pagar por una experiencia que surge de apenas dos horas de trabajo de los intérpretes y equipo técnico de la compañía pero nada más alejado de la realidad.
Desde que el autor escribe esos cientos de líneas que, sobre un papel, describen la personalidad de cada uno de los personajes y los acontecimientos que vivirán, hasta que se convierten en "realidad", sobre el escenario, hay un camino tan largo como apasionante.
Los actores deben hacer suyas esas palabras que memorizan. para ello, deben comprender cual es la esencia, la personalidad, las inquietudes y la motivación que mueve a su personaje en cada situación.
Para entablar una relación con alguien, tenemos que conocerlo a fondo. Pues imagínense para convertirse en él o ella.
Existe lo que llamamos "el trabajo de mesa". En este periodo se bucea en los datos que el autor da en el texto para acercarnos a su personalidad y, lo que no aporte el texto, será una creación propia lo más cercana al sentido de nuestro personaje. Cuanto más ricos sea este trabajo, más llenos estaremos de él. Nosotros sabemos (o al menos intuimos) como podemos reaccionar ante determinados estímulos o situaciones pero de lo que se trata es de saber cómo reacciona nuestro "nuevo Yo".
Hay otros elementos a investigar. Por ejemplo, el contexto histórico o social en el que se desarrolla la historia, donde se mueve nuestro personaje. Porque, como en la vida, un mismo carácter no se mostraría de igual modo en espacios temporales o geográficos distintos.
Otra cuestión a trabajar intensamente es la relación que tiene con los otros personajes, por lo que es fundamental también conocerlos a ellos y el modo de relacionarnos con cada uno de ellos.
Cuando este trabajo está hecho de manera seria, profunda y apasionada llega el momento de poner ese trabajo en pie. Es verdad que con una sólida construcción de personaje, conociéndolo a fondo será más fácil verbalizar sus palabras y recrear sus movimientos de una manera orgánica y creíble pero llega el momento de echar a andar... Como cuando eres un bebé, puedes tener algún que otro "tropiezo".
Llega el momento de dar espacio a lo que llamamos el "externo" y en muchas ocasiones, nuestro personaje no utiliza un vestuario, un peinado o unos accesorios como los que estamos acostumbrados a usar nosotros. Si bien, en ocasiones, ayuda muchísimo a sentirse "el personaje" y que los demás nos reconozcan como tal, hay que acostumbrase a moverse de forma natural con ellos, como si realmente toda la vida los hubiésemos llevado.
La labor de los compañeros de vestuario es fundamental pero también la de los de escenografía, utilería e iluminación. Y hay un "tráfico". Hay que moverse por el espacio para que el trabajo de todo el equipo conforme esa historia adonde queremos llevara al público.
Y para eso: Ensayar, ensayar y seguir ensayando.
Ilusión, pruebas, errores, descubrimientos, dudas, aciertos, días malos y días maravillosos.
Y al llegar el día del estreno, disfrutar. Abandonarse al AQUÍ Y AHORA.
Hay que estar profundamente concentrado en nuestro interior lleno de ese personaje. Hay que estar profundamente concentrado en la conexión con nuestros compañeros para aportarles lo máximo y recibir lo que nos dan. Hay que estar profundamente concentrado en el hecho de que TODO se hace para un público y no puede fallarnos ni el volumen ni la vocalización ni el movimiento, ya que estamos enfocados en que se introduzcan en la historia y rían o vibren con ella.
¿Cómo podemos hablar de abandonarse con todos estos frentes de los que hay que estar pendiente?. Pues si. Es abandonarse. Es poner toda nuestra energía en hacer humano a aquello que escribió el autor y olvidarse de nosotros mismos.
Por esa razón, hay que poner toda la energía, la ilusión, el talento y el amor que tengamos en esa función. No debemos nunca pensar en que en el patio de butacas quizás habrá alguien que pueda lanzar nuestra carrera o que hay este o aquel crítico que puede escribir algo que te perjudicará.
Pensar en errores del pasado tampoco es buena idea. Ni dar por hecho que será un éxito. Todo lo que sea energía fuera del momento presente es energía malgastada.
Como en la vida, en la interpretación, hay que VIVIR el MOMENTO. Lo que pasó antes ya lo vivimos y no podemos (pre)ocuparnos de algo que aún no ha sucedido.
Actuar de forma generosa y plena en cada trabajo hace que sea único y es el único modo de que llegue realmente al público.
En el arte, como en la vida, se puede engañar pero poco puede disfrutar un impostor y corto es su camino...como en la vida.
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